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Abadia VII: Sanatorium

Anno domini 1969, 19 de julio, España. El Sanatorio de San Roque de Sigüenza es uno de los sanatorios mentales más curiosos del mundo, ya que es uno de los pocos que oficialmente mezclan pacientes comunes con casos de alto interés para la iglesia… Los llamados poseídos. Aquí, por medio de la fe y la ciencia, se intenta dar curación a éstos, con gran afán por parte del Vaticano y de las autoridades tardofranquistas, que arden deseosas de que las órdenes religiosas afines al régimen muestren su valía al Sumo Pontífice. Mientras la humanidad está a punto de llegar a la luna, una desaparición hace  que los pilares del centro se tambalean, resquebrajando unos cimientos, ya de por sí frágiles, y desatando algo peor que la locura.

 

Cuando un paciente ingresa en el Sanatorio de San Roque de Sigüenza, percibe al instante, por alterado o sedado que esté, que en este lugar pugnan el bien y el mal sin descanso. Las sombras son frías en el jardín y recuerdan a la omnipresente leyenda que sobre el edificio pesa, una que se remonta a los años más oscuros de la Edad Media. Los pasillos, invadidos por una luz mortecina que a veces parece antinatural, rechazan constantemente la presencia de los crucifijos, constante salvaguarda contra el demonio, pues los internos de San Roque no son enfermos mentales cualesquiera: los rumores dicen que a Sigüenza sólo van aquellos elegidos por el mismísimo diablo como víctimas de su odio. En ellos, pobres, desdichadas almas atormentadas, se ceba el Maligno, impotente por lo demás para hacer otra cosa que atacar a las criaturas de Dios Nuestro Señor.

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